En la última planicie verás el camino verde
abrirse ostentoso por en medio de tu sombra.
Lo que te negaste a ver
es la sospecha de algo grande.
Todos los días martillando por disminuirla,
si bien íntimo un murmullo de metales
frotándose en los brazos
simulan una cuna.
Das vueltas por en medio de tu sombra,
ves de lejos
el centro de tu infancia
y tu futuro gobernando
tu cuerpo en pausa lenta.
Tienes que salir
–la tierra toda en calor diseminado
de aquella voz primera,
o ardiente el pluriverso
de aquel amor primero–
inevitablemente lastimado.
Tu pobreza es indicada por la insistencia en raspar
la poca remezón que hace un momento puso
en evidencia
que lo que más cuidabas
no era más que superficie en reposo.
El límite suele ser apenas un contraste de color
entre materias penetrables.
Recibes la pobreza como realización
de la promesa de melancolía,
representada, hasta ahora, en lo que amas.
Toda cavidad (educación espiritual)
latente custodiaba tu pobreza.
Algo impide bajar la vista hacia la huella,
utilizar o no los ojos para invocar
y rebuscar en lo improbable.
Los pensamientos que te embrujan
al apoyar tu cuerpo
sin que jamás su piel se aquiete.
Es posible verte mañana
Mientras me olvido de la huella
En mi carácter
El levantamiento
Y aun así, lo que los dos miramos
Al mismo tiempo
Era horrendo
Era. Seguro que era lo que todos esperábamos
Porque te vestiste para ver qué pasaba
Y pasaba todo, menos…
Pero cuando bailaba como único propósito
Frente tuyo
Era tonto
Y tú te movías hacia el sol